martes, 9 de junio de 2015

Donde nace la noche



Forchetti, Laura, Donde nace la noche, Pontevedra, Kalandraka, 2015 (ilustraciones de María Elina) 

Actualmente la creación poética para niños en lengua española parece estar dividida entre dos estéticas dominantes: por un lado, están aquellos autores que han decidido asumir la tradición oral como fuente de aspiración y que llevan a cabo una relectura actualizada de la misma, no tanto en cuanto a los temas como en el hecho de incorporar hallazgos metafóricos y visionarios propios de la  poesía del siglo XX; y, por otro lado, están aquellos poetas que parecen intentar darles a los niños una receta lírica alejada lo más posible de los ingredientes folclóricos tradicionales, y abren sus composiciones a otras influencias, a otros metros y al verso libre, confiando además sin dudas en la metáfora y la imagen como elementos principales del lenguaje poético, por encima de las figuras de repetición y los juegos de palabras. A ambas las une empero un conjunto de características comunes que siempre están más o menos presentes en los libros de poesía para niños que se publican hoy en día, como la narratividad, la existencia de siempre de un leit motif que unifica todo los poemas o el tema de la naturaleza.
En este sentido, tal vez los galardonados con el Premio Orihuela de Poesía para Niños sean un buen termómetro para medir estas tendencias, ya que en la lista de premiados conviven sin aparente conflicto poemarios más afines a la primera tendencia (como Gorigori) con otros más cercanos a la segunda (como El idioma secreto). El último libro premiado, Donde nace la noche, estaría más en la segunda línea que en la primera, en la medida en que la autora, Laura Forchetti, parece sortear o dejar de lado toda influencia de la poesía de tipo popular y jugar con otras claves.
Donde nace la noche se abre con una cita de Emily Dickinson – “Buenos días – Medianoche – Vuelvo a casa” (“Goodmorning – Midnight – I’m coming home”) – que parece ser toda una declaración de intenciones, tanto a nivel temático como a nivel referencial de todo el poemario. Si vamos al poema completo, que aquí ofrecemos en traducción de José Luis Rey (Poesías completas, Visor), este nos puede dar aún más claves de lo que este poemario está a punto de expresar, del recorrido poético por el cual nos va a llevar:

Buenos días – Medianoche –
Estoy llegando a Casa –
El Día – se cansó de Mí – 
¿Cómo podría yo – cansarme de Él?

La luz del sol era un sitio plácido –
Me gustaba estar allí –
Pero la Mañana – ya no me quería – ahora –
Por lo tanto – ¡Buenas noches! – Día!

¿Puedo mirar – no puedo –
Cuando el Este sea Rojo?
Las Colinas – tienen un aspecto – entonces –
Que hace al corazón – soñar –

Tú – no eres tan bella – Medianoche –
Yo escogí – el Día –
¡Pero – por favor, acoge a una Chiquilla –
Ya que el día se fue!

Obviamente, este libro trata sobre la noche, lo cual no resulta demasiado original dentro de la poesía para niños y de la literatura infantil en general. Pero lo que sí resulta novedoso es el enfoque. La noche suele aparecer en los libros para niños como tema recurrente, aunque siempre relacionada con el momento de irse a dormir, un ritual que puede estar ligado al miedo a la oscuridad o al momento especial que siempre supone que un adulto se siente en la cabecera de la cama a leer un cuento. De esta manera, la noche como tal queda sin explorar, porque lo que importa al fin y al cabo es lo que ocurre por las noches, esas pequeñas ceremonias que clausuran el día y la oscuridad que es inherente a ella, aunque generalmente vista desde un punto de vista negativo. En Donde nace la noche, ya el título, como suele ocurrir con los buenos libros de poesía, nos da la pista de que los tiros van por otro lado. Unir el nacimiento con la noche resulta paradójico y está buscado: la noche no se ve como el fin del día, sino como el comienzo de otro dominio.
Gilbert Durand, en Estructuras antropológicas de lo imaginario, habla de la noche ligada simbólicamente de la intimidad y lo materno, incluso con lo nutritivo y alimentador. Donde nace la noche entronca con estas regiones de lo imaginario, con la noche vista como seno, como lugar donde resguardarse y donde pueden suceder tantas cosas como durante el día. De ahí que este poemario en el fondo sea muy luminoso – están presentes las estrellas, por supuesto, que aparecen varias veces, con hermosas imágenes, y que en ocasiones se tragan también, como en “Vamos a esperar / una estrella / que caiga. / Hay que abrir la boca / y tragarla, / te deja la lengua blanca / como escarcha” – y que la ilustradora, María Elina, con excelente criterio a nuestro juicio, no haya optado por regalarnos imágenes oscuras y convencionalmente nocturnas, sino de una luminosidad atenuada y sutil. Son varias las ilustraciones en las que vemos el cielo negro en la parte superior, una referencia útil y casi imprescindible para situar los poemas en su propia nocturnidad. Pero lo brillantemente paradójico aquí es que esa noche de la parte superior no contamina toda la lámina, porque la parte inferior es blanca y luminosa. De esta manera, las ilustraciones expresan con un recurso muy sencillo (aunar luz y oscuridad de manera inverosímil pero por eso mismo basada en una verdad que está más allá, la verdad poética) esa idea positiva de la noche, como espacio y tiempo alternativo para la vida que hay que descubrir y no como negatividad castradora de la parte diurna del día (y de la vida), como mundo que descubrir al fin y al cabo, que preside todos los versos.  
A pesar de todo, Donde nace la noche no es ajena a ciertas características muy frecuentes en la poesía para niños actual en lengua española y casi me atrevería a decir que en cualquier lengua occidental. Por ejemplo, no es un conjunto de poemas con cierto aire de familia, como suele pasar con los poemarios para adultos, sino que tiene un hilo conductor muy claro que además está relacionado con el género narrativo, otro rasgo muy significativo de la poesía infantil. En el libro seguimos a dos personajes, una niña y un niño, pero no llega a ser tan definida la historia como para que se pueda considerar un texto absolutamente narrativo, aunque en este caso las ilustraciones, nos sirven también de hilo conductor. Además, hay una localización espacial y temporal concreta pero a la vez indefinida, que también las ilustraciones, con algunas imágenes elípticas y metafóricas que interpretan de manera libre pero ajustada los versos, contribuyen a subrayar.
Pero, como siempre, y pese a que mi insistencia pueda parecer ya un poco repetitiva, donde reside el verdadero caballo de batalla de la poesía es en el lengua, en centrarse en él para decir las cosas de otra manera, entendible para todos, y para los niños, en primer lugar, pero distinta de la lengua común. Si no, de nada sirve, y no es poesía, sino solamente versificación. Aquí en ocasiones es deslumbrante, y de nuevo hay que acudir a Emily Dickinson para hablar de ello, pues se da en este poemario una concentración y una sincopación que recuerda mucho a los versos de la poeta americana, con metáforas e imágenes que iluminan esa noche poética en que nos sumergimos con los dos protagonistas y que surgen con esa aparente naturalidad que es solo la consecución de un proceso muy largo de cocción y de escritura.
Hace tiempo comparé en este mismo blog la educación poética infantil como una dieta en la que tiene que haber de todo. Me gustaría, en cualquier caso, que en esa dieta fuera iluminada por muchas luminarias poéticas como esta Donde nace la noche.

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